Los silencios o espacios mudos en nuestras conversaciones son a veces más elocuentes que las palabras, o tienen más peso que éstas. Pero más allá de la interpretación que hagamos de ellos, los silencios son necesarios. Las relaciones de pareja necesitan de espacio personal para el crecimiento y la independencia de quienes las componen. El silencio y la soledad son parte de ese espacio.
Los ríos necesitan espacio, puesto que su cauce suele cambiar con las crecidas. Cuanto más espacio de circulación tenga un curso de agua, más libre será. El viento necesita espacio para manifestarse. Las aves necesitan espacio libre para desplegar sus alas, y volar.
Nuestros pensamientos nacen de espacios vacíos; surgen de la nada. Cuanto más espacio libre de actividad mental tengamos, más fuerza tendrán nuestros pensamientos. Cuanto más espacio haya entre nuestra conciencia y nuestros pensamientos, más coherentes y centrados serán esos pensamientos, y menos apegados a ellos estaremos. Cuanto menos nos torturemos pensando (más espacios “vacíos” de actividad mental tengamos), más en paz estaremos.
En el turismo también necesitamos espacios libres. En un camping, en un restaurante, en un sendero… necesitamos un espacio propio, que nos brinde libertad, intimidad, pertenencia. Hoy hablamos de “espacios libres de humo”. Quizá mañana podamos hablar de “espacios libres de ruido”, “espacios libres de palabras vanas”, o simplemente de “espacios en que cada uno es quien quiere ser”. Porque el turismo implica, creo, viajar para reencontrarse con uno mismo. Y para eso también se requiere de un espacio libre, tanto interior como exterior.
Jorge Guasp
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