No sería nada nuevo, afirmar lo previsible. Dos formas, de entender el turismo completamente opuestas y por tanto incompatibles, pero sin embargo, les quiero ofrecer otra visión, que ahora tengo, después de una visita a la isla de Fuerteventura (Islas Canarias).
Como saben, estas islas son conocidas muy bien por el turismo de sol y playa convencional, especialmente por el mercado alemán y británico, desde hace ya muchos años, que pasan sus vacaciones sin ningún otro interés, que no sea el ya conocido SSS, pero quizás añadiendo la D (Sex, Sun, Sand & Drink) y muy enfocados al todo incluido y a salir nada o casi nada de su resort u hotel turístico, tanto por evitar gastos adicionales, como por poco interés.
El caso de Fuerteventura es algo diferente, en especial por la intensidad de este turismo de sol y playa y está concentrado, prácticamente en 3 puntos de la isla, lo que ayuda a tener un resto de territorio, poco alterado. Si bien es cierto, que el ecosistema actual, hace que cualquier actividad productiva, tenga un alto coste, por el tema de agua y energías.
La nula gestión del recurso hídrico, décadas atrás, hizo que las escasas corrientes subterráneas de agua dulce, terminaran siendo salobres y por tanto sin uso para las actividades humanas. Así, que el agua proviene de la salinización, con un gran coste de producción energética, que aunque cada vez se apuesta mas por los molinos eólicos, la planta actual esta ya anticuada (fue la primera instalación de España). Por tanto calculen, lo que seria el coste real del litro o metro cubico de agua potable desalinizada y lo que normalmente consume un turista en vacaciones y en una zona de playa.
Es obvio que si alguien compara los precios de los alojamientos, vera que bien, no se incluye el precio real, bien saldrían perdidas. Y es evidente que no incluir estos costes reales, es crear negocios de ficción, que en algún momento pasaran factura. Esto es un gran interrogante sobre sostenibilidad y competitividad turística, temática por cierto que fue la que impartí en las jornadas que se celebraron en Puerto del Rosario, hace un par de semanas.
Pues, definitivamente en una isla donde la gran mayoría del territorio no tiene apenas oferta turística, ni urbanismo, es fácil afirmar que pueden coexistir ambos segmentos de turismo e incluso que pueden ser complementarios, porque el ecoturismo, como oferta emergente, puede aprovecharse de los canales de promoción y comercialización del sol y playa y éste último, ganarse un valor añadido por su promoción de los valores ambientales derivados del ecoturismo. Cabe señalar, que además esta isla es Reserva de la Biosfera, lo que le puede conferir una ventaja competitiva, si se sabe gestionar.
Este caso, de convivencia de ofertas turísticas tan ambivalentes y que en principio no ofrecen sinergia alguna, ya que tanto los objetivos, como las formas de desarrollo son muy diferentes, hasta opuestas, puede extrapolarse a otros destinos.
Si el ecoturismo implica una forma de viajar, que busca y respeta los valores naturales, sociales y culturales de la zona o destino objetivo, puede perfectamente incluir destinos de sol y playa, pero siempre que estos opten por una re-invención en su proceso productivo, regeneración o sean destinos emergentes en los que se pueda actuar a tiempo y no hablo de los nuevos “green washing destinations”, que es una nueva moda, para ser aceptados social y políticamente y venderse por tanto como eco-producto a la demanda genérica.
Les comentare mas, de lo que se está cociendo en estos temas, porque sin duda, estamos dando un salto cualitativo, muy importante, cambiando algunas reglas de juego, claves para estos fines.
Un cordial saludo
Arturo Crosby
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