viernes, 10 de septiembre de 2010

El TURISMO RURAL… ¿reinventarse o morir?


A principios de los 90, con subvenciones procedentes de la Unión Europea que llovían por todos lados, el turismo rural en España creció hasta convertirse en una auténtica gallina de los huevos de oro. Dejando a un lado el indebido uso que muchos le dieron a estas subvenciones, durante años se consolidó como una actividad complementaria para evitar el éxodo rural de los jóvenes, que veían una oportunidad de salir adelante en el campo, o ingresos extra para ancianos, a los que la casa se le quedaba grande. Pero estamos ante una nueva realidad, que marca el 2013 como la fecha de caducidad de estas subvenciones europeas que han marcado el ritmo en los últimos años, pero que también han conllevado otra consecuencia: en muchas de las principales zonas de atracción turística rural, la oferta supera a la demanda y la crisis, impasible y puñetera, amenaza con sacar a relucir las debilidades de un sector que necesita reinventarse como el comer.

El último dato conocido que no invita precisamente al optimismo es que, durante el mes de julio, los alojamientos de turismo rural fueron los únicos que perdieron pernoctaciones, según datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística. Y no es algo de extrañar dadas las fechas veraniegas en las que hemos estado inmersos, en donde las grandes cadenas hoteleras que ofrecen ‘dañinos’ paquetes enlatados para disfrutar del sol y la playa no tienen competencia, al menos en precio. En este sentido, la mayoría de propietarios de turismo rural alquilan solamente unas pocas habitaciones, cuyos precios oscilan los 30€ la noche e incluso menos, para que les salga rentable y poder competir algo, aunque el margen de beneficio sea mínimo. Así que viene a ser como la pescadilla que se muerde la cola: menos ocupación y menos margen de ganancias con la que hay.

Esta disyuntiva queda reflejada en el estudio del Instituto Español de Estadística que señala que las pernoctaciones en alojamientos de turismo rural alcanzaron las 959.230 durante el mes de julio, un 2,9% menos que en el mismo mes de 2009. Y esto pese a que el Índice de Precios también experimentó un descenso, del 2,3% respecto al mismo periodo del año pasado, algo que en condiciones normales debería conllevar un aumento de la ocupación. El problema de la competencia por precios se ha visto reflejado incluso en alguna de las comunidades autónomas con más tradición dentro del turismo rural, como Galicia por ejemplo, que además este año afrontaba con optimismo el curso debido a la celebración del año Xacobeo. Pero mientras todos esperaban que el aumento de peregrinos incrementase el consumo para salvar la temporada, la realidad ha sacado a flote una preocupante saturación del sector que no ha sacado las castañas del fuego a casi nadie.



Ante la delicada situación que se avecina, el Gobierno se ha apresurado a aprobar hace pocas fechas el Programa de Desarrollo Rural Sostenible, que compromete una inversión de 1.800 millones de euros hasta 2014 para evitar el éxodo del campo. El plan aprobado contempla, por ejemplo, ayudas para la construcción y desarrollo de caminos no motorizados, itinerarios históricos, el fomento del turismo rural y el desarrollo sostenible en fincas dentro de los parques nacionales. Pero no sólo eso. Hay incentivos para la lectura en las bibliotecas en municipios de menos de 50.000 habitantes, el fomento de la participación social y política de la mujer, el empleo, o la ayuda a ONG’s en programas de cooperación y voluntariado social en el medio rural.

¿Es esta la solución? Seguramente no sea suficiente y, al igual que en otros ámbitos económicos, la crisis hará una criba de la que sólo sobrevivirán los más fuertes. Las subvenciones y ayudas se han visto, en muchos casos, como el fin y no como el medio para apuntalar un sector, el del turismo rural, que ha crecido mucho, en muy poco tiempo y en ocasiones de forma muy desordenada. Y eso sin contar la errónea percepción generalizada de que todo turismo rural es ecoturismo por naturaleza, cuestión que ha sido aprovechada por unos pocos en perjuicio de aquellos que si han apostado por una oferta plenamente sostenible y ecológica. La coyuntura actual probablemente empiece a poner a cada uno en su sitio y esperemos que sirva, en mayor o menor medida, para que el turismo rural se reinvente y salga fortalecido.

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